Scott Bessent, nuevo secretario del Tesoro de EE.UU, tiene un programa económico extremadamente claro que comienza a ejecutarse de inmediato a partir del 20 de enero, y que consta de 3 pasos internamente vinculados, por eso denominados 3/3/3:
- El más importante es la comprobación de que la deuda pública asciende a U$S 35 billones, U$S 10 billones más que el PBI estadounidense, y que todos los años aumenta U$S 2 billones, con intereses que alcanzan a 4% anual.
- Esto significa es que si EE.UU. duplica su tasa de interés, enfrenta una situación de virtual default que afecta de manera inmediata al valor del dólar en el sistema internacional, que es la base y punto de partida del poder norteamericano en el mundo.
Por eso, Bessent se propone alcanzar tres objetivos fundamentales:
- a) Recortar el déficit fiscal del 6% al 3% del producto en 2028, para intentar recuperar una cierta capacidad de acción frente al problema del endeudamiento público, porque la deuda aumenta debido a que el déficit crece.
- b) Aumentar el crecimiento económico a 3% anual a partir de 2025, en condiciones de estabilidad macroeconómica que permitan una mayor acumulación de capital y, por lo tanto, un alza del crecimiento potencial en el largo plazo.
- c) Incentivar a la industria petrolera a producir un adicional de 3 millones de barriles diarios (o equivalente energético) a partir de este año, para disminuir significativamente el principal componente de la inflación en EE.UU., que es el alto costo de los combustibles.
Todo ésto, sobre la premisa de que el principal problema económico de EE.UU. es que su deuda pública no es sustentable, ya que el pago de los intereses implica ya un gasto anualizado mayor que el abono de las obligaciones sociales (jubilaciones/pensiones/salud pública).
Bessent es uno de los principales inversores de Wall Street, acostumbrado a pensar durante más de 30 años en términos geopolíticos y macroeconómicos de carácter global.
Lo más importante y novedoso de esta situación es que propone ahora – y así lo ha acordado con el presidente Donald Trump – un “Nuevo Bretton Woods”, que permita un realineamiento de las monedas globales, y en primer lugar del dólar estadounidense, de modo de lograr su devaluación, y de esa manera abrir paso a un salto exportador, lo que obliga a contar con el asentimiento de la otra superpotencia mundial, que es la República Popular.
El objetivo del secretario del Tesoro al alentar un salto exportador de EE.UU. es cerrar la brecha comercial norteamericana, que es la mayor del mundo entre las superpotencias.
La política del “dólar fuerte” torna hoy imposible esa salida, que tiene como sustento la superior productividad/competitividad de la economía norteamericana, que es la más avanzada en los términos de la 4° Revolución Industrial.
Hay que advertir que la fortaleza del dólar es hoy una consecuencia directa de la necesidad de cubrir una deuda pública creciente, lo que constituye un camino sin salida en el mediano/largo plazo.
Es una situación semejante a la cuadratura del círculo: el “dólar fuerte” impide exportar, y por lo tanto frustra la extraordinaria capacidad productiva – y potencialmente exportadora – de la industria norteamericana; y al mismo tiempo el “dólar fuerte” es el atributo imprescindible para enfrentar la deuda cada vez mayor de EE.UU.
De ahí la necesidad, formulada por Scott Bessent, de un “Nuevo Bretton Woods” de alcance global, que permita revaluar al dólar, y de esa manera dar un salto exportador, pero dentro y a partir de un gran acuerdo internacional, sobre todo entre EE.UU. y China. En una guerra comercial de largo plazo todos pierden, y también la superpotencia norteamericana.
Hay un dato estratégico que conviene retener: un salto exportador de EE.UU. sólo es posible en este momento si sus productos tienen como destino al gran mercado de consumo de la época que es China, que crece sobre la base de su demanda doméstica, y cuando está arrastrada por su gigantesca clase media, constituida por más de 500 millones de personas con ingresos comparables a los norteamericanos (U$S 45.000/U$S 55.000 anuales).
Todo en definitiva lleva a un acuerdo entre EE.UU. y China. El “Bretton Woods” de 1944 tuvo un único y excluyente protagonista, que era EE.UU. (la ilusión de John Maynard Keynes de un “co-protagonismo” con Gran Bretaña fue disipada de manera prácticamente inmediata por la realidad de los hechos, que es el único contenido real de la política internacional).
Esta vez el “co-protagonismo” de la República Popular es ineludible, tiene el sabor de lo inevitable.
Enfrentar el problema de la deuda pública es una cuestión vital para EE.UU. y hay una carrera contra el tiempo en que la opción es su insustentabilidad por un lado, o la crisis abierta por el otro, lo que otorga un horizonte temporal de no más de 4 años, que es el único mandato que le resta a Trump.
Por eso este es un tiempo de decisiones; y la dupla Trump/ Bessent adquiere un carácter absolutamente crucial.
Éste, en síntesis, es un tiempo grandioso de la historia norteamericana y mundial.