Para una ciudad que ha sufrido una violencia letal sin parangón en Argentina, el repunte de casos de homicidios en Rosario es para las autoridades un toque de atención. Luego de un semestre con una baja histórica en los delitos de sangre, los asesinatos volvieron a escalar de manera llamativa en enero. Son 20 cuando falta un día para terminar el mes, lo que implica un ritmo que se aceleró a razón de un crimen cada 36 horas. Algo que tiene al gobierno de Maximiliano Pullaro y a la Fiscalía Regional de Rosario con los ojos clavados sobre el tema.
No hay indicios de que este ciclo de violencia que reaparece el primer mes del año se deba a un fenómeno concentrado o que se explique por una causa predominante. Las circunstancias motivantes de los homicidios del mes son muy diversas, tanto en lo territorial como en los móviles de los hechos. Pero el contraste con las cifras recientes es objetivo. Desde que comenzó a aplicarse un plan integral entre Santa Fe y Nación los guarismos desaceleraron notablemente en el segundo semestre de 2024. Cinco crímenes en junio, siete en julio, tres en agosto, dos en septiembre, nueve en octubre, seis en noviembre, cinco en diciembre. De golpe la secuencia, con veinte hechos, claramente se disparó.
¿Hay una explicación para que los casos, contra esos números, respecto del mes más crítico del segundo semestre se hayan duplicado? Al menos no una sola. Desde el Ministerio de Seguridad no hablan de un recrudecimiento de homicidios sino de una circularidad de la violencia que provocó, por motivos diversos, más muertes en un mes que siempre suele mostrar picos en delitos contra la vida. «No tenemos indicios de nuevos actores generando estos delitos, ni nuevas modalidades, ni concentraciones significativas que expliquen varias muertes», dice una fuente de esa cartera.
Pullaro logra una baja histórica de los homicidios en Rosario
El último asesinato se produjo el miércoles por la noche en Larralde al 1600, en la zona oeste, donde hirieron a un joven que murió poco después en un hospital. La dinámica fue la de los casos mafiosos, que el Observatorio de Seguridad Pública de Santa Fe asigna a la variable «crimen organizado/economías delictivas». Al lado del cuerpo de la víctima se encontraron 14 vainas servidas, lo que deja ver una ejecución furiosa.
Hubo casos con mucho seguimiento pero con causas muy distintas y disgregados en la ciudad. Uno de impacto fue el de dos mujeres en el barrio de la Sexta, a diez cuadras del centro de la ciudad, que se atribuye a una venganza por drogas. Murieron Antonela Echavarría, de 29 años, y Marcela Gorosito, de 55. Esta última era madre de un miembro de la banda de René Ungaro, preso en una cárcel federal fuera de Rosario, condenado por homicidio, narcotráfico y asociación ilícita. El sicario dejó una nota con una mención a René.
Con este doble crimen se investiga si hay uno vinculado que es el de Javier Iván Acosta, de 25 años, al que mataron cerca del caso anterior, en barrio Tablada, que también son zonas que maneja la gente de Ungaro, un líder que viene de familia vinculada al delito, caracterizado por una crueldad extrema. A él se le atribuye la autoría ideológica de la matanza al azar de Claudia Deldebbio y Virginia Ferreyra, dos mujeres que esperaban el colectivo en zona sur y fueron ejecutadas como una marca de autoridad en esa porción de la zona sur.
No tenemos indicios de nuevos actores generando estos delitos, ni nuevas modalidades, ni concentraciones significativas que expliquen varias muertes, dicen en el Ministerio de Seguridad
Pero ahí terminan la posibilidad de hilvanar un grupo común detrás de hechos recientes. Los demás homicidios de la secuencia de enero son de diverso impulso. Benjamín Mansilla, de 14 años, murió en su casda alcanzado por un balazo de dos motociclistas que se tiroteaban en Nuevo Alberdi, en la zona norte. Agustín de la Encina que fue bróker de seguros y se vinculó al comercio de drogas murió acuchillado en la cárcel de Piñero.
Mario Alberto Fernández, conocido como Marito Pino y vinculado a Los Monos, es un pariente de Máximo «Viejo» Cantero, fundador de la banda de Los Monos. Fue acribillado a tiros en la zona sur desde un auto robado en Córdoba que usaron los sicarios. Fernández tenía 42 años, había estado acusado de homicidio y cumplió 15 años de prisión.
A Luis Joaquín Valle, que estaba sentado en la puerta de su casa en Servando Bayo al 1900, lo ejecutaron el sábado 25 a la noche dos personas que llegaron en moto. Tenía 28 años y ningún antecedente penal. Al día siguiente en Sabin al 1400 mataron de un tiro en la cara a Gonzalo Pereyra, de 27 años. Ambas zonas están implicadas en el narcomenudeo.
Más casos que en 2024
Los casos ascienden a 20 en total si se contabiliza uno muy particular: un episodio que está contabilizado como homicidio por la Fiscalía Regional Rosario, porque sus autores lo confesaron, aunque el cuerpo de la víctima no apareció. Se trata de la muerte de Marcelo Molina, un hombre de 42 años secuestrado en Roldán y se presume asesinado en un basural de la ciudad de Pérez. Dos de las implicadas, tía y sobrina, estaban vinculadas sentimentalmente con Molina. Ahora están imputadas ambas más un hombre acusado de asistirlas en el plan criminal.
Un mes, incluso un año, son para la Criminología ciclos muy cortos como para establecer tendencias de cambios, que pueden modificarse rápidamente. Pero este enero con 20 muertes supera al de 2024, donde hubo 17 crímenes, en un momento en que las cifras en Rosario no habían aún comenzado a bajar. En otros eneros, con la violencia en puntos más críticos, los asesinatos en la ciudad fueron más. En 2014 fueron 28 al igual que en 2015. Esa misma cifra se repitió en 2022. Pero hubo arranques más leves en años que luego tuvieron números más altos.
En esta secuencia de crímenes de 2025 hay nutrientes muy mezclados pero un rasgo se mantiene constante: la alta letalidad es producto del uso de armas de fuego y reaparecen los sicarios, vale decir, los crímenes cometidos por encargo. Pero los motivantes de la mayoría de los hechos son completamente dispares lo que implica, en cuanto a política criminal, que no se trata de contener a uno o dos grupos para desactivar la trepada.
Fuentes del Ministerio de Seguridad indican que no observan un recrudecimiento de la violencia estacional ya que los valores de 2025 en enero son similares a los de 2024. Sí indican que es perceptible un cambio en la «circularidad» de la violencia que en parte explica este ciclo. Dan cuenta de dos elementos que pueden ser dinamizadores de este fenómeno actual. Por un lado, el hecho de que actores que cumplían condena y estaban vinculados a las pujas narcocriminales salieron en libertad por vencimiento de pena. Al volver a sus territorios en ellos se produjeron, según el análisis, hechos de violencia en 2025.
El otro factor que apuntan oficialmente es que a partir de detenciones recientes de miembros de bandas violentas ligadas al comercio de drogas, la pérdida de poder de estos grupos produce reacomodamientos cruentos en esas zonas.
En esta secuencia de crímenes de 2025 hay nutrientes muy mezclados pero un rasgo se mantiene constante: la alta letalidad es producto del uso de armas de fuego y reaparecen los sicarios, vale decir, los crímenes cometidos por encargo. Pero los motivantes de la mayoría de los hechos son completamente dispares
En estos días, la prensa de Rosario agrega un elemento que deberá analizarse si tiene alguna relación con el respingo de los números. Se trata de un jugador que cobra nombre en el campo del narcotráfico llamado Brian Walter Bilbao. Esta semana se encontraron tres mensajes escritos en distintos comercios de Rosario que mencionaban su nombre: en un minimercado de Francia al 4100, en una distribuidora de Provincias Unidas al 600 bis y en una pollería de Buenos Aires al 4000, según menciona el diario La Capital. Algunas de las notas hacen una mención al gobernador Pullaro.
Bilbao está actualmente prófugo de la Justicia Federal. Lo buscaron al allanar una banda de narcotraficantes de nacionalidad colombiana que tenían un hangar propio en Oliveros, 40 kilómetros al norte de Rosario. Se trata de una red que con tres avionetas secuestradas movían cocaína desde Bolivia para destinarla finalmente a la región y a Buenos Aires.
El salto
Este rulo que pega la violencia letal ocurre luego de que en Rosario se produjera una caída marcada y asombrosa de los crímenes desde que se produjo, hacia 2013, una escalada sin parangón a nivel nacional en delitos de sangre. En Rosario en 2022 hubo una marca histórica con 290 homicidios. En 2024 fueron 90 lo que implicó una caída del 65 por ciento. Tan remarcable baja tuvo que ver con múltiples variables de las cuales el control territorial por las fuerzas de seguridad ordenado por Pullaro resulta un factor clave.
Los hechos no son un fenómeno exclusivo de Rosario. La Nación dio cuenta hoy de que en los últimos cinco días hubo nueve homicidios en el conurbano bonaerense que, como en la mayor ciudad santafesina, se suelen agrupar aunque ocurren sin relación, en lugares diversos y con causas distintas.
Esto se da en un marco general donde las estadísticas últimas muestran un declive acentuado en los homicidios y delitos violentos tanto en Argentina, en provincia de Buenos Aires como en Rosario. Según cifras divulgadas por el Ministerio de Seguridad de la Nación, a nivel país se registró la tasa más baja de homicidios en los últimos 25 años, con 3,8 crímenes cada 100 mil habitantes en 2024.
El informe anual del Observatorio de Seguridad Pública de Santa Fe indica que en Rosario en 2024 hubo una disminución del 65,5% de homicidios con respecto a 2023. Esta sola ciudad absorbió el año pasado el 51,1% del total de crímenes de la provincia de Santa Fe.
En Rosario, la impresión desde sectores del Ministerio Público de la Acusación, al que reportan los fiscales que investigan homicidios, tiene matices. En relación a los últimos meses de 2024, la suba en enero de 2025 es evidente. Pero si se mira comparativamente con enero de 2024 es muy similar, con tres hechos más ahora. Los eneros de 2024 y 2025 son más bajos si se contrasta con la secuencia histórica. De todos modos el dato numérico aislado dice poco porque, como se dijo, los hechos ocurren por distintos motivos y en distintos lugares, es decir, no responden a un patrón. Por tanto la lupa debe posarse en los casos y analizar qué transiciones o contiendas se pueden estar registrando en las dinámicas de las violencias.