Cuando a principios de febrero, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que todas las importaciones de acero y sus derivados estarián sujetas al arancel ad valorem adicional del 25%, cualquiera fuera su origen, desde el gobierno de Javier Milei enviaron señales a los exportadores locales indicándoles que seguramente Argentina estaría exceptuada de tales gravámenes. Pero fue el propio Trump el que respondió, al presentar la publicación de la medida esta semana y ante una consulta periodística, que a la Argentina también le alcanzaba la tarifa adicional sobre sus ventas a Estados Unidos. Esta situación llevó a que la Cámara Argentina del Acero (CAA), un exclusivo círculo empresario con sólo cinco firmas asociadas, manifestara públicamente su preocupación por las consecuencias de estas trabas arancelarias, confiando en que el gobierno pueda encontrar un canal de diálogo (con Washington) para retrotraer la medida». Milei ya habría comprometido ante las firmas de dicha cámara una gestión personal ante Donald Trump en los próximos días. En este, como en otros temas, hasta ahora el alineamiento incondicional de Milei ante el flamante presidente norteamericano no le ha rendido frutos ni a él ni a los integrantes del bloque dominante en la Argentina.
“Compartimos la preocupación por el comercio desleal, pero la respuesta debe ser coordinada: la Argentina es un proveedor confiable y complementario para la industria norteamericana”, señala el comunicado de la Cámara, que integran las firmas Gerdau, Acerbrag (ambas de capitales brasileños), ArcelorMittal Acindar (empresa india líder mundial en el rubro), Tenaris y Ternium (ambas, del grupo Techint).
A diferencia de otros líderes regionales también afectados por las medidas proteccionistas de Trump, como Claudia Sheinbaum (México) o Lula Da Silva (Brasil), la actitud del presidente argentino no fue la de confrontar con las políticas de Trump en defensa de los intereses de su propio país. Al contrario, Milei buscó ponerse desde el primer momento (antes de que asumiera) en la primera línea de los adherentes al presidente republicano. No como una alianza, sino como sumisión a un liderazgo extranjero.
En la semana próxima, según trascendió en la Casa Rosada, Milei haría una nueva incursión en el mismo terreno, con su participación en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por su sigla en inglés), en donde podría encontrarse con Donald Trump y apuesta a conseguir una reunión bilateral. Si así fuera, Milei plantearía en ese encuentro la preocupación por el acero (y el aluminio, también) que Argentina le exporta a EE.UU. «Pero en un marco mucho más amplio», indican allegados a Milei, «porque el tema que le va a plantear es acordar un Tratado de Libre Comercio entre ambos países». Por supuesto, si se concretara la aún improbable reunión bilateral, el pedido de apoyo para agilizar un nuevo acuerdo de financiamiento del FMI también formaría parte de la hipotética agenda.
El peligro chino
En su mensaje, la cámara de fabricantes locales de acero reconoce la necesidad de Estados Unidos de establecer «medidas de defensa contra la competencia desleal frente al avance de China».
«China se ha convertido en el mayor productor de acero del mundo, con una participación del 54% en acero y más del 51% en productos terminados. Y se ha convertido en el principal exportador con más de 94 millones de toneladas durante el 2023», relata el comunicado de la CAA. «La búsqueda de respuestas eficaces a los problemas de la sobrecapacidad de producción de acero, producto del comercio desleal, debe ser coordinada y basada en el diálogo y en la alianza estratégica y geopolítica que tiene los Estados Unidos con la Argentina».
Apunta luego que «Argentina tiene un déficit comercial crónico con los Estados Unidos, sólo revertido en el 2024, año en el que la profunda recesión que atravesó el país limitó al extremo las importaciones. A su vez, Argentina tuvo un aumento puntual de las exportaciones por el envío de productos energéticos solicitado por los Estados Unidos».
En oportunidad del anterior gobierno de Trump, cuando también se planteó una política de protección a la industria estadounidense, se impusieron cupos a las importaciones. En el caso de Argentina, se negoció a partir de 2018 una cuota anual de 180 mil toneladas de productos de acero. Según el sector industrial argentino, el país cumplió «estrictamente con los volúmenes acordados».
En defensa de su oportunidad de seguir ingresando su producción al territorio estaounidense, la cámara remarcó en su comunicado que «Argentina representa solo el 0,20% de la producción mundial y es un proveedor confiable; hay una integración productiva entre el sector siderúrgico de ambos países, la industria norteamericana consume de Argentina productos de acero que son insumos para su proceso productivo. Esta importación fue debidamente autorizada por los organismos norteamericanos competentes».
Finalmente, la Cámara Argentina del Acero expresa su confianza en que «el gobierno pueda encontrar un canal de diálogo para retrotraer la medida que permita profundizar la integración productiva existente entre la industria siderúrgica competitiva de ambos países, con beneficios mutuos para sus economías, el sector privado, los trabajadores y la cadena de valor del acero en su conjunto».
La situación en México y Brasil
Un informe de la agencia DW, de Alemania, sobre el impacto de las medidas de Trump sobre la industria siderúrgica latinoamericana, los califica como efectos colaterales de la guerra comercial con China. Y considera a México y Brasil como las dos principales afectadas.
«México tiene un déficit comercial con Estados Unidos, lo que significa que importa más acero del que exporta a ese país. Así que habrá que esperar a ver si el Gobierno mexicano toma represalias imponiendo gravámenes a la importación de acero estadounidense», indica Germano Mendes de Paula, profesor de Economia y Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Uberlandia, en Brasil.
Por lo pronto, «la medida tiende a desalentar la inversión en la industria siderúrgica mexicana, que tiene varios proyectos de expansión (e incluso de construcción de nuevas plantas) en marcha o en fase de análisis», dice el especialista brasileño.
En lo que respecta a Brasil, el único país latinoamericano que figura en la lista de los 10 principales productores de acero del mundo, la medida de Trump podría incidir en una menor utilización de la capacidad instalada de la industria, un factor determinante de la rentabilidad del sector.
«La cuota brasileña de desbastes (el principal acero de la lista de exportación) a Estados Unidos se había negociado en 3,5 millones de toneladas al año. Eso equivale aproximadamente al 12 % del comercio mundial del producto», explica Mendes de Paula.
En Argentina, en cambio, se perfila un mayor impacto de los nuevos aranceles estadounidenses sobre el aluminio que sobre el acero.
«En los primeros días, solo con el anuncio de la medida, hubo volatilidad en el precio del acero, que aumentó entre el 4 y el 6 por ciento», observa Dante Sica, de la consultora ABECEB, quien estima que «vamos a entrar en una etapa de recalibración de los mercados».