sábado, 12 abril, 2025
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Miedo en las aulas bonaerenses: ya hubo 14 casos graves de violencia y advierten por la «ausencia de autoridad»

En la Provincia de Buenos Aires, las clases para todos los niveles educativos comenzaron el 5 de marzo. Desde entonces hubo una seguidilla de episodios de violencia escolar: son 14 los casos que trascendieron en poco más de un mes. La escalada en las aulas bonaerenses incluye armas de fuego, cuchillos, golpizas en patota, grupos de WhatsApp para organizar tiroteos y videos de amenazas. En escena aparece también el papel de las redes sociales. La gravedad y reiteración de los hechos expone el miedo y la preocupación de que un próximo episodio termine con víctimas fatales.

A raíz de la seguidilla de casos, la Dirección General de Escuelas de la Provincia, a cargo de Alberto Sileoni, se limitó a publicar una carta abierta a la comunidad educativa en donde se refirió a la existencia de “un contexto de agresividad y hostilidad”; a la vez que apuntó contra “las más altas esferas de responsabilidad pública”, las redes sociales y la corresponsabilidad de las familias y la sociedad civil.

Especialistas y docentes, por otra parte, remarcan la tirante relación entre los padres y las instituciones, pero van más allá y señalan un problema estructural: ausencia o falta de creencia en una autoridad, un sistema permisivo que no pone límites, un régimen académico que “no funciona”, la imposibilidad de crear equipos interdisciplinarios para enfrentar los casos de violencia escolar, y la naturalización de episodios como estos.

Armas, cuchillos y celulares

Las historias trascendidas desde el inicio de clases, recabadas por Clarín en esta nota, repiten ciertos patrones de conducta: en casi todas aparece o un arma de algún tipo, o una modalidad de ataque grupal, o una amenaza virtual o un medio para registrar actos violentos.

En Hurlingham, un adolescente llevó un arma a la escuela y se las mostró a sus compañeros. En La Plata, una estudiante de secundaria fue brutalmente golpeada por compañeras y en otra escuela dos chicos se enfrentaron a trompadas; en los dos casos, hubo grabaciones. Un alumno filmó a uno de sus compañeros amenazando con un arma a otro en San Martín. En José C. Paz, un alumno de primer año se grabó manipulando una pistola y publicó posteó el video para amenazar a otros estudiantes.

Tres alumnos de una escuela de General Rodríguez le fracturaron el cráneo a otro al que le hacían bullying. Foto Luciano Thieberger

En Martínez, un alumno fue herido con un cuchillo en la espalda por otro. Durante un recreo en Ensenada un joven sacó una navaja y lastimó a dos hermanos. En Mar del Plata dos casos sacudieron la ciudad: en una primaria dos alumnos amenazaron a un compañero con un arma de fuego y en un secundario un adolescente llevó una pistola al aula. En un colegio privado de Gregorio de Laferrere, una chica de 14 años apuñaló a una compañera con una navaja en medio de la clase porque creyó que se burlaba de ella.

Uno de los casos más resonantes fue el de Ingeniero Maschwitz, en donde alumnos crearon un grupo de WhatsApp para realizar un “tiroteo escolar”. Y otro de los que generó impacto fue el de General Rodríguez, con un chico de 12 años al que le hacían bullying y fue víctima de una feroz golpiza por parte de tres compañeros, tras negarse a entregarles sus golosinas. La lista de casos hallados concluye con Olavarría, en donde un alumno de 14 años llegó con un arma de fuego; y con Punta Alta, con un chico de 13 que fue agredido por dos alumnos a la salida de la escuela.

La carta del Gobierno bonaerense a la comunidad educativa

Los problemas que atraviesan a la escuela, han pasado por un proceso de gestación invisible para las y los adultos responsables; la irrupción o la visibilización de la situación conflictiva es tal vez, el corolario de un proceso latente y violento, inadvertido en sus orígenes”, expresa parte del comunicado de la Dirección General de Cultura y Educación, destinado a la comunidad educativa bonaerense. Clarín solicitó hablar con Sileoni sobre la escalada de violencia escolar, pero no hubo respuesta hasta el cierre de la edición.

Con base en la carta, el organismo provincial pide “corresponsabilidad” de las familias, que muchas veces no perciben que sus hijos “en la privacidad opaca de las redes y sin la mirada de adultos responsables, están expuestos a imágenes y contenidos sumamente agresivos y deshumanizantes”. También va contra el Gobierno nacional y sostiene que “modeliza un discurso agresivo, que incluye la violencia verbal, el destrato y la intolerancia hacia los que opinan diferente”.

En línea con esto, el gremio Suteba sostiene que se tratan de “hechos de violencia social que aparecen en la escuela” porque “es la caja de resonancia de una sociedad que evidentemente está atravesando situaciones de violencia casi que inusitadas”. Añaden que esto fue acompañado de una guía de intervención en situaciones de conflicto que vienen trabajando desde el año pasado.

Video

Un alumno amenazó con un arma fuera de una escuela de San Martín

Esa guía es la que comparten a Clarín desde la Dirección de Educación bonaerense para las escuelas donde ocurren episodios violentos. Un documento de más de 200 páginas que, para algunos docentes consultados por este diario, es parte de las implementaciones “inaplicables” en el territorio escolar.

«Los chicos saben que no hay consecuencias»

“Este es un sistema permisivo que usa la inclusión como bandera, pero que no brinda herramientas disciplinarias para enfrentar ese tipo de casos. El chico sabe que no hay consecuencias si va con armas o ataca a un compañero. Se genera caos producto del nuevo régimen académico, en donde los chicos ya no repiten, sino que ‘intensifican’ o ‘recursan’, como en la facultad, pero si vas a usar ese sistema tiene que haber infraestructura y no la hay. Se termina direccionando la culpa al docente porque la gestión estatal pide que ejecutemos estrategias, pero lo hace desde la tribuna, no en la escuela”, subraya Christian Quillotay, un profesor de Química de Lomas de Zamora.

El miedo de entrar a un aula y exponer sus vidas. Esa es otra de las frases repetidas entre los educadores que hablan: la problemática no es nueva, pero se agravó considerablemente en el último tiempo.

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Un menor de 12 años se grabó con un arma para amenazar a sus compañeros del colegio

“La violencia radica en acciones que terminan en golpes, en su mayoría, lo que se suma a las familias que culpan a la escuela de todo. Existe un vacío familiar enorme que expone a los chicos a los celulares, jueguitos, etc. Los padres no colaboran, pero buscan que la escuela les ayude a controlar a sus hijos. Todo esto nos produce angustia y rabia. Los chicos están provocadores, agresivos, hay otros con depresión o problemas de salud mental. Y nadie dice nada. A los docentes nos piden que aguantemos”, comenta a Clarín una profesora de secundario de Olavarría, que resguarda su identidad.

La relación entre docentes y directivos con los padres y las familias tampoco es buena. Esta docente expone un caso de violencia escolar ocurrido en Olavarría y comenta la reacción de la madre del menor involucrado, quien a través de un video en redes sociales defendió a su hijo y habló de que el arma “era de juguete” y acusó a las docentes de la escuela de ser “una manga de conch… que tapan todo, inclusive abusos sexuales”. Sin ir más lejos, en Pehuajó, una docente fue golpeada por una madre y tuvo que ser hospitalizada.

El rol de los docentes

El rol de los directivos se trata en un reciente informe de Argentinos por la Educación, una organización de la sociedad civil. La experta que estuvo detrás del trabajo “Situaciones de violencia en los hogares: detección y prevención desde las escuelas”, Leyre Sáez Guillén, detalla a Clarín que uno de los datos más impactantes es que uno de cada tres directores de la escuela estatal declara que tuvo que intervenir en casos de violencia familiar. En la privada, un 25%. “Obviamente esto se puede dar porque o bien en la estatal hay más casos de violencia o bien se reporta y se habla más en la estatal”, aclara Guillén.

En ese mismo informe se consigna que, a nivel nacional, la mitad de alumnos de sexto grado habló con alguna autoridad educativa sobre violencia y abuso, y que un 15% no habló con nadie sobre esos temas.

El uso -o, mejor dicho, mal uso- de la tecnología también complejiza el escenario de violencia. Los celulares aparecen como “los grandes distractores” dentro del aula.

“En un informe reciente vimos que más de la mitad de los chicos de 15 años declara que se distrae en el aula por el uso del celular. Argentina es el país que lidera esta métrica entre 80 países, según las pruebas PISA. ¿Por qué lo relaciono con la violencia? Porque después se les pregunta a los chicos si sienten presión de contestar inmediatamente un mensaje cuando llega. Y Argentina lidera de nuevo en quinto lugar de estos 80 países”, agrega Guillén.

Todo esto desemboca en algo real, como dice Quillotay, y es que el menor “no se siente contenido ni en la casa, ni en el colegio”.

Padres reunidos en la puerta de una escuela de Escobar por el caso de los alumnos que planeaban un tiroteo. Foto Luciano Thieberger

Mónica Toscano, psicoanalista y especialista en adolescencia, se refiere en diálogo con Clarín a las variables que están detrás de estos episodios reiterados de violencia.

“El tema más importante es, ¿soy capaz de hacer cualquier cosa con tal de pertenecer a un grupo? La segunda variable de investigación es que en un principio la relación con los padres era una relación difícil, pero todavía había un puente de conexión con las familias. Había chicos que podían todavía ir a pedir ayuda a los adultos. Lo que se ha agregado hoy es que los chicos no creen en la autoridad de los adultos. Lo que yo llamo ausencia de autoridad. Pareciera que ese puente se rompió”, analiza Toscano.

Aplica desde hace 20 años el método “Prevention in act” para estos casos, tanto en Argentina como en Europa, en donde también se advierten estos episodios. Explica que lo principal es formar a los docentes para que puedan leer signos, variaciones anímicas y de conducta. Que la institución, guiada por el método formativo, pueda crear una red de trabajo de encuentros anuales con padres y alumnos. De ahí se desprende que las preocupaciones de los chicos muchas veces no coinciden con las de los padres.

Esto coincide con lo que analiza Guillén sobre que en las pruebas Aprender también hay un cuestionario a los docentes en donde expresan que les gustaría recibir mayor formación en habilidades socioemocionales.

La falta de límites y la necesidad de pertenencia a un grupo sin medir la violencia crea una combinación fatal si se agregan las redes sociales: “Tenemos que trabajar en la posibilidad de que como adultos abramos un espacio para poder escucharlos. Solos y sin autoridad los chicos llegan a la escuela con un arma blanca, no pueden internalizar una ley paternal que les diga que no se puede hacer semejante cosa. Entonces yo apelo a que la sociedad y los padres tomemos conciencia y nos capacitemos”.

MG

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