En defensa de un comercio más libre
Las recientes medidas arancelarias impulsadas por el presidente Trump (las cuales se puede presumir que son parte de una estrategia de negociación temporal y no su objetivo a plazo permanente) han puesto en evidencia las múltiples regulaciones que muchos gobiernos, incluido el nuestro, han acumulado con el tiempo.
Sin prejuicio de si las tarifas actuales son parte o no de una herramienta de negociación, podemos concluir que, de aplicarse a plazo permanente, estas políticas serían altamente perjudiciales para la economía global y local, al restringir el libre intercambio y encarecer bienes y servicios.
| La Derecha Diario
El objetivo declarado de estas medidas es lograr una balanza comercial positiva cn cada país, exportando más de lo que se importa. En 2024, según OEC-World, Uruguay tuvo un déficit comercial con Estados Unidos: exportamos bienes por US$ 1.192 millones e importamos por US$ 1.213 millones.
Mercantilismo uruguayo: un obstáculo al crecimiento
Uruguay no es ajeno al mercantilismo. Aunque nuestra balanza comercial actual es deficitaria con EE.UU., no refleja necesariamente algún inconveniente a priori, ya que no se considera aquí la sección servicios, ni el comercio con los demás países.
Sin embargo, se puede evidenciar una estructura productiva limitada, como es de esperar, en una economía altamente intervenida y baja acumulación de capital per cápita.
| La Derecha Diario
Según los datos del Banco Central, entre 2014 y 2019 la formación de capital privado, se redujo en el entorno del 28%, en términos relativos respecto de 2013.
En 2024, exportamos principalmente carne bovina, subproductos cárnicos, celulosa y madera, mientras importamos petróleo, gasoil, medicamentos y maquinaria agrícola. Si bien las exportaciones crecieron un 14,6% en los últimos cinco años.
El mercantilismo, dominante entre los siglos XV y XVII, promovía la acumulación de riqueza a través de superávits comerciales, desalentando importaciones con aranceles y regulaciones.
Hoy, Uruguay mantiene esta mentalidad en parte, con políticas que protegen sectores específicos, pero que limitan la innovación y la competitividad. Como advertía Adam Smith en La Riqueza de las Naciones, estas restricciones frenan el crecimiento económico y empobrecen a la sociedad al reducir las opciones de los consumidores y encarecer los bienes.
El artículo 50: un candado constitucional
Un ejemplo claro de esta visión mercantilista es el artículo 50 de la Constitución uruguaya, introducido en 1967 bajo la influencia del modelo de sustitución de importaciones de la CEPAL.
| La Derecha Diario
Este artículo establece que el Estado debe orientar el comercio exterior para proteger actividades productivas destinadas a la exportación o que reemplacen importaciones.
En la práctica, esto ha justificado regulaciones que encarecen bienes importados y limitan la libertad de los ciudadanos para elegir dónde y qué comprar, perpetuando ineficiencias en la economía local.
En el pasado, Uruguay demostró que un modelo diferente es posible. A fines del siglo XIX, gracias a una moneda sana, banca libre y una economía abierta, nuestro PIB per cápita superó al promedio europeo entre 1871 y 1887, según datos de Ramón Díaz presentes en el siguiente cuadro.
| La Derecha Diario
Este período de prosperidad, impulsado por la constitución liberal de 1830, contrasta con las restricciones actuales que frenan nuestro potencial.
Proteccionismo global: un camino equivocado
A nivel global, medidas como el Impuesto Global Mínimo a las Ganancias del 15%, acordado en 2021 por la OCDE y el G20, reflejan una tendencia hacia la uniformidad fiscal que limita la competencia tributaria entre países.
Uruguay, al sumarse a este acuerdo, cede soberanía fiscal y restringe su capacidad para atraer inversiones, perpetuando una economía poco dinámica y dependiente.
El proteccionismo, ya sea en forma de aranceles o regulaciones, parte de la idea errónea de que el comercio es un juego de suma cero, donde uno gana solo si otro pierde.
Sin embargo, el intercambio libre beneficia a todas las partes al permitir que cada una se especialice en lo que hace mejor.
Restringir el comercio es como prohibir a los ciudadanos comprar en el supermercado porque no producimos todo lo que consumimos: reduce el bienestar y nos empuja hacia el la autosuficiencia forzada.
Conclusión
El mercantilismo, clásico o moderno, sigue vivo en las políticas económicas de muchos países, incluido Uruguay.
Su lógica limita la libertad individual y económica en nombre de un supuesto interés nacional; ha demostrado ser ineficiente y contraproducente.
¿Crees que las políticas proteccionistas son la solución para el desarrollo económico, o deberíamos apostar por un comercio más libre?
Puedes ver más detalles del artículo y dejar tu opinión en la sección de comentarios en economiasinfrontera.online