miércoles, 10 septiembre, 2025
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«Las muertas», o cómo enfocar una tragedia como sátira social

L.E.: Y Bandidos Films se llama desde entonces mi pequeña empresa productora.

P.: Pero la siguiente película, “Ambar”, era una fantasía oriental, muy distinta.

L.E.: Muy insólita incluso para mí. Estaba buscando mi voz. Y la encontré en la sátira, que me permite denunciar a carcajadas los males de la sociedad mexicana. Como hacía Molière, eso de “aprovecho que abren grande la boca cuando se ríen, para lanzarles lo que pienso”. El “castigat ridendo mores”, que le dicen.

P.: Es lo que vemos en “La sangre de Herodes”, “Un mundo maravilloso”, “El infierno”, que acá conocimos gracias a los manteros, “La dictadura perfecta” y “¡Que viva México”, lo que llaman la pentalogía de Estrada.

L.E.: Las cinco están ahora en Netflix y a todas les ha ido bien. Pero en su momento “El infierno”, esa historia de narcotraficantes, se me fue de las manos, se convirtió en una película de culto popular, hicieron corridos, muñequitos, camisetas, se calculan más de diez millones de discos piratas.

P.: Eso suena bien, película de culto popular.

L.E.: Sin ser pretencioso, no puedo decir que soy un autor, que hago cine de autor. Pero lo soy, en términos de cultura popular. Porque para mí el cine, si no lo ve el público, pierde la mitad de su sentido.

P.: Tuve la suerte de ver “La dictadura perfecta” en Biarritz, donde ganó el Premio del Público, y la gente decía “acá también hay corruptos, pero son discretos”. Con todo lo que usted le pega a los funcionarios, los políticos y los medios, ¿puede conseguir apoyo oficial, créditos oficiales, para sus películas?

L.E.: El título de esa película sale de una frase de Vargas Llosa, que dijo “México es la dictadura perfecta porque lo gobierna el mismo partido político desde hace 70 años”. En cuanto a los fondos públicos, a veces consigo, a veces no, pero cuando me meto algo en la cabeza me puede llevar años pero lo consigo.

P.: ¿Cómo conoció al autor de “Las muertas”?

L.E.: Mi padre, José Estrada, era director de cine. Cuando adaptó la novela “Maten al león”, ahí fue donde descubrí a Ibarguengoitia, me despertó curiosidad y debilidad por leer todas sus novelas, él sigue siendo uno de mis autores favoritos, y creo que “Las muertas” es su mejor obra. Su genialidad fue hacer una sátira, cambiar por humor lo demasiado escabroso, y armar todo como si estuviera oyendo los testimonios de los personajes.

P.: Un recurso que aplica con mucha gracia.

L.E.: Contar con humor algo tan sórdido, ver en esa historia el retrato de un país, puede ser polémico. La novela es una sátira y una denuncia, tiene un microclima donde los personajes también representan instituciones, y los temas siguen siendo actuales. El se asombró que esos crímenes hubieran pasado en su tierra, en Guanajato, uno de los lugares más religiosos y persignados de México. Y se escandalizó un poco del tratamiento que le dio la prensa amarilla, la revista “Alarma!”, poniendo fotos de los cadáveres en la tapa y títulos de gran tamaño.

P.: Acá tuvimos algo parecido, la revista “Así”, de gran tirada semanal.

L.E.: Apenas leí la novela me dije “quisiera hacer una película con esta historia”. Pasaron 50 años, por algo pasan las cosas, porque me toca en mi mejor momento, ahora que estoy maduro, y pude hacerla como un gran lienzo, porque es una serie de seis capítulos y cada capítulo lo hice prácticamente como una película de distinto género. La primera es de amor pasional, la segunda una sátira política, y así, hasta la última, que es entre policial y judicial, con final feliz. Es mi trabajo más completo.

P.: Enorme producción.

L.E.: Coches de época a lo bestia, más de cien, 70 actores, centenar de extras, decenas de locaciones, ahora que tanto abusan de las pantallas verdes acá hay algo esencial, de mucho rigor y exigencia conmigo mismo. Están casi todos mis actores habituales, siempre los tengo en la cabeza mientras escribo; mi coguionista, Jaime Sampietro, hombre inteligente, con un sentido del humor muy cercano al mío, su amistad me dura más que mis mujeres, también la productora ejecutiva Sandra Solares, el director de arte de siempre, y el músico español Fernando Velázquez, porque yo quería música muy sinfónica con músicos de verdad y todo. Y tuve todo el apoyo de Netflix, que me dio total libertad, respetó todas mis decisiones. La experiencia me ayudó, porque esto llega en el mejor momento de mi carrera. ¡Espero que no sea que cuando uno descubre el Eureka famoso y ya, ahí le llega el final!

P.: ¿Por qué a las Valenzuela les decían “las poquianchis”?

L.E.: No se sabe. Así le decían al señor que les vendió el primer burdel, y ellas heredaron el nombre. Después, durante años, ahora ya no tanto, era costumbre decir “es tan mala como las poquianchis”, o “es una poquianchi”.

P.: ¿Y por qué al personaje de La Calavera lo interpreta un varón?

L.E.: Y bien, porque una calavera no tiene género. Además es un buen actor.

P.: Todo es bueno en la serie, pero le hago un reproche. ¡No puede haber un amante tan, tan incansable y eficaz como vemos en el primer capítulo!

L.E.: Cuatro veces seguidas… Existe gente así, existe, a mi me han contado. No, es de película. Pero eso justifica la obsesión de la protagonista por ese hombre, con un bigotito estilo Pedro Infante, en una cantina con unos cantantes como el Trio Los Panchos. ¿Recuerdan acá a Los Panchos, y a Pedro Infante? Ojalá esta serie les despierte el interés.

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