viernes, 22 agosto, 2025
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Una bóveda secreta fue sede de la presentación de un libro sobre los robos de arte más delirantes

En pleno microcentro porteño se encuentra la única bóveda de arte de Argentina, cuatro pisos bajo tierra en una habitación acondicionada a tal efecto y que se alquila por metro cuadrado. Solo se puede acceder allí de a uno y atravesando nueve anillos de seguridad. En ese lugar la escritora y periodista Claribel Terré Morell decidió presentar su segunda edición ampliada de Traidores del arte, el libro que reúne a ladrones de arte famosos, mitos del mundillo y el mundo de las falsificaciones.

Una bóveda de arte en un cuarto subsuelo

En Ingot Arte hicieron la excepción para un grupo de periodistas del que participó Perfil, para que se pudiera conocer cómo es el dispositivo de seguridad para quienes quieren atesorar fuera de su hogar obras de arte. Eso sí, a la bóveda donde están las obras solo accede la restauradora y conservadora del lugar, Carla Mazzei.

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Allí Terré Morell eligió celebrar a sus traidores del arte. Ella, nacida en Cuba, pero instalada en Argentina hace 30 años, es creadora de un Podcast (Traidores del arte en Spotify) y de una columna en Clarín donde desentrama las historias más increíbles vinculadas al arte visual.

Esta segunda edición de Traidores del arte incluye cuatro relatos nuevos y se consigue en línea, librerías, tiendas de museos y centros culturales.

“No soy un ladrón soy un artista”

“Son muchos los libros y miles de notas que fui recortando -aún lo sigo haciendo- de diarios y revistas en cada uno de los países que he visitado”, anticipa la escritora en su libro y reconoce que es una costumbre heredada de su abuelo Nico. Con prólogo de Matilde Sánchez, la aventura literaria comienza con uno de los hechos más llamativos: el robo por 24 horas en Chile del Torso de Adele del francés Auguste Rodin.

Ocurrió en 2005, cuando Luis Emilio Onfray Fabres, que ahora prefiere ser nombrado Emilio F, fue al Museo Nacional de Bellas Artes de Chile, se perdió camino al baño, vio la obra de Rodin y se la guardó en su mochila. Al día siguiente la devolvió y aseguró: “No soy un ladrón soy un artista”. Terré Morell incluye una conversación de lo más profunda con él e incluso se anima a preguntarle si es cierto que esnifó cocaína sobre el Torso de Adele. El ladrón/artista, no dudó en contestar.

Otro de los relatos incluidos es el de la aventura de unos ladrones que 1988 creyeron que en una caja fuerte de la Biblioteca de la Universidad de La Plata guardaban lingotes de oro. El resultado fue que en vez de oro se llevaron doce libros incunables, y otros treinta y tres clasificados como antiguos o raros que terminaron prendidos fuego.

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Otro caso con toques graciosos fue el del robo del siglo en Paraguay, donde se llevaron cinco obras de las cuales solo dos fueron recuperadas. En este caso, los hampones entraron a través de un túnel desde un local en el que decían que estaban construyendo una dietética.

Entre los capítulos se incluyen robos a Iglesias, entrevistas con el nieto de Diego Rivera y el entramado de falsificaciones de sus obras, las verdades y mitos sobre la Mona Lisa en América, desnudos falsos, las obras que enfrentaron a Perón y a Franco y el primer robo a mano armada que involucró a Berni.

Son diversas las razones para leer Traidores del arte, porque está bien escrito, porque recopila historias de lo más curiosas, pero la más importante es que el libro de Claribel Terré Morell te inocula ganas de consumir más arte.

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